Si los novelistas y los cineastas lo han bautizado como el río de la esperanza, es porque la Dordogne es portadora de una vitalidad salvadora que la convierte en un hilo conductor de promesas. Desde Sousceyrac, pueblo enclavado en el Macizo Central, hasta Souillac, a las puertas del Périgord, su ruta, a lo largo de sesenta kilómetros, jugará al salto con el río, abriendo fabulosos rincones y recovecos.
Después de Sousceyrac, Bretenoux le regalará sus callejones de bonita bastida del siglo XIII. Explorará el imponente castillo de Castelnau, pero también la pequeña ciudad de Saint-Céré, dominada por las torres de Saint-Laurent que albergan el museo Jean Jurçat y sus flamantes tapices.